Educando (II)

Decía en el post del pasado 17 de enero que mi obligación como padre era que mis hijos fueran personas buenas y felices cuando llegaran a la edad adulta. Escribí, con bastante precisión, lo que entendía por bondad, y hoy toca hablar sobre su felicidad.

Decía también que vinculo la felicidad de mis pequeños con su actividad laboral. ¿Por qué? Porque cuando sean mayores van a dedicar la mayor parte del tiempo que estén despiertos al trabajo. Por eso, tienen que disfrutar con aquello que hagan para ganarse la vida.

Pregunta: ¿cómo va a ser el mundo que les viene?

Respuesta: ¡no tengo ni idea!

Pero sí tenemos algunas pistas que nos pueden orientar.

Algunas pistas sobre el futuro

La primera, es sobre la esperanza de vida. Mi hija pequeña hizo ayer 7 años. Estadísticamente tiene un 50% de posibilidades de ser centenaria, o lo que es lo mismo, la mitad de sus compañeras de clase van a conseguirlo (y evidentemente, me gustaría que mi pequeña fuera una de ellas). Y mi hijo, que tiene 8 años, no andará muy lejos en esa previsión (la esperanza de vida para los chicos es algo menor).

Por lo tanto, una consecuencia de este hecho va a ser que su edad de jubilación rondará los 80 años. Eso significa que tendrán, en números redondos, ¡60 años de vida laboral!

Otra pista sobre el mundo que les viene. Un estudio de Linkedin, la red social profesional más importante en la actualidad, afirma que en el año 2020 Estados Unidos tendrá una tasa de autoempleo del 43%. A finales de los años 80 era del 6%. Y esa tendencia, evidentemente, va a llegar aquí, y a mis hijos les va a pillar de lleno.

Viene otra organización del trabajo. La vida de nuestros hijos va a ser más larga que la vida media de las empresas en las que van a estar (o con las que se van a relacionar). Es la primera vez que pasa esto en la historia de la humanidad.

Por lo tanto, llegamos a una primera conclusión: hay que plantear su educación como una carrera de fondo, al igual que lo va a ser su vida laboral.

En 60 años de trabajo van a cambiar muchísimas cosas. Os voy a contar una anécdota: la semana pasada les contaba a los niños que cuando yo tenía su edad no había teléfonos móviles, ni pantallas planas, ni tantos canales de dibujos animados para elegir… pensándolo bien, parecía que hablaba de la prehistoria. Pero rematé la frase: “dentro de 40 años le estaréis diciendo lo mismo a vuestros hijos, y pensareis que cómo ha sido posible vivir sin los adelantos de los que estaréis disfrutando en ese momento”.

En 60 años se van a tener que estar formando continuamente, porque muchos puestos (y muchos conocimientos) se van a quedar obsoletos con gran rapidez. Dejar de formarse es como convertirse en una persona sedentaria, que vive menos y peor (porque su salud se deteriora). ¡Hay que tener actividad para tener salud!

Visto el panorama, puede parecer que 60 años de trabajo es una condena. Sin embargo, hay otro punto de vista. Podemos fijarnos en gente como Bruce Springsteen, los Rolling Stones, Warren Buffett,… gente que disfruta con lo que hace, y que no piensa en la retirada. Pongo ejemplos muy públicos, pero os aseguro que hay gente mucho más cercana en la que fijarnos.

Alguien podría decirme que ganan mucho dinero con su actividad, pero a estas alturas de su vida, el dinero no es el principal motor por el que se mueven (aunque ganarlo en gran cantidad es una consecuencia estupenda). El orden es que les apasiona lo que hacen, pasión que trasladan a sus “mercados”, que compran (compramos), gustosos, sus “productos”.

Segunda conclusión: en 60 años van a tener que estar tomando decisiones sobre su futuro de manera constante. Se van a mover en un entorno de incertidumbre continua, porque su vida va a ser cada vez más compleja. Van a intervenir mayor número de variables externas que no pueden controlar, pero que tienen que gestionar (es la consecuencia de vivir en un mundo globalizado donde las distancias han desaparecido).

Tercera conclusión: en ese escenario que se está dibujando, en el mundo de los trabajadores del saber, aquellos que destaquen en su campo de conocimiento serán quienes fijen las reglas del juego (remuneración, condiciones de contratación,…). Quienes no destaquen están condenados a formar parte del pelotón, y no fijarán las reglas, sino que tendrán que aceptar lo que les ofrezcan, que va a ser muy poco, porque habrá mucho donde elegir.

Y este es el momento en el que hay que desterrar los agobios pensando que tenemos que dar a nuestros hijos la mayor cantidad posible de conocimientos y capacidades para que puedan tener un buen futuro. ¿Por qué?

Fuera preocupaciones

Porque todas las actividades humanas se pueden dividir en tres grandes grupos: salud, dinero y amor. Y cada grupo se subdivide, a su vez, en subgrupos, que se van subdividiendo  en otros más pequeños, en una sucesión que no tiene fin. Esto significa que los mercados se atomizan cada vez más, en lo que se conoce como “micro-nichos”. Mira el siguiente dibujo para verlo gráficamente.

Cada actividad se divide en sub-actividades, que a la vez se sub-dividen en otras nuevas, en un proceso que no tiene fin

En esos micro-nichos es en donde está el dinero. Por lo tanto, nuestros hijos van a tener muchísimas oportunidades de labrarse un buen futuro. Y nuestro deber como padres y madres es prepararles para jugar ese “partido”.

¿Cómo hacerlo? La respuesta, en el post del próximo jueves, 7 de febrero.

Y como despedida, qué mejor que cerrar con la canción de “salud, dinero y amor”, versión de “Los Rodriguez”. Enjoy!