Divorcios

Al final de cada post va siempre un tema musical. Te recomiendo que vayas hasta allí y que leas este escrito mientras suena la canción, que en este caso es un temazo de Don Henley (miembro de la mítica banda “Eagles”), y que se titula “The heart of the matter”. Está relacionado con el tema de hoy.

La historia de la canción habla de un hombre que recibe una llamada donde le comunican que su ex-pareja ha conocido a alguien y entonces se da cuenta (él) de lo que ha perdido, de cómo se ha llegado a esa situación, de la necesidad de pasar página y de perdonar, y de que vivimos tiempos difíciles donde el ansia, la ambición y la rabia hacen difícil que el amor entre dos personas pueda sobrevivir.

Esto tiene que ver con algo sobre lo que quería escribir hace mucho tiempo. En el Reino Unido hay, desde hace poco más de un año, un Ministerio de la Soledad, que es uno de los grandes problemas sociales al que nos tenemos que enfrentar. Hay estudios que indican que vivir en soledad es igual o peor que fumar 15 cigarrillos cada día.

Estamos en una era en la que en teoría es más fácil relacionarse, y sin embargo, cada vez más gente vive sola. Los matrimonios o las uniones disminuyen y las separaciones y los divorcios aumentan.

España es el quinto país de Europa en número de divorcios. De cada 100 bodas, 60 terminan en ruptura. ¡Más de la mitad! Hablo de este asunto con conocimiento de causa. Cuando me casé pensaba que a mí no me iba a pasar. Me equivoqué. Yo también formo parte de ese grupo.

Las películas, cuando tratan sobre una relación amorosa, en general, tienen una trama con altibajos en esa relación hasta llegar al punto donde la pareja se da un sí definitivo. El amor romántico triunfa. Y ahí se termina la historia (y la película), y no nos dicen lo que pasa después.

Y lo que viene es que el amor no es suficiente, sobre todo cuando hay una cuenta corriente común, una hipoteca, y para rematar, hijos. En el primer post de este blog decía que una familia es como una empresa. Y las empresas salen adelante cuando hay una reflexión estratégica, una visión a largo plazo con sus correspondientes objetivos, y trabajo, mucho trabajo, y mucho aguante para hacer frente a las turbulencias que van apareciendo por el camino.

No es fácil desarrollar una familia. Y hago hincapié en la palabra “desarrollar”. Porque la vida familiar va cambiando con el tiempo, y ello exige que el rol de cada miembro evolucione también.

Hace poco asistí a una jornada donde había varios ponentes. Uno de ellos, hombre, agradecía a su mujer que en ese momento estuviera cuidando a sus hijas porque así él podía estar dando la charla, por lo que se generaba una especia de deuda hacia ella. Parecía un reconocimiento, pero a mí me sonó mal, porque daba la impresión de que había una especie de “taxímetro” en funcionamiento que estaba contabilizando lo que aportaba cada miembro de la pareja a su relación. Porque al mismo tiempo, su mujer podría decir que estaba en deuda con él porque gracias a su actividad obtenía dinero para la familia y, de esta manera, ella podía dedicarse a cuidar a sus hijas.

Yo pienso que en una relación de pareja, cada miembro hace concesiones a la otra parte para construir un proyecto, una familia (que puede ser con hijos o sin ellos), algo que, en teoría, llena más que estar en soledad. Ello lleva a establecer una relación de interdependencia, que debe ser un “ganar-ganar”, y en esta situación ya no hay que ver las acciones en términos de deuda (“te debo algo”), sino de beneficio (“juntos estamos mejor”). Esa perspectiva configura una relación completamente diferente.

Y en esa situación de interdependencia, muchas de las decisiones que debe tomar cada miembro de la pareja no se pueden basar, únicamente, en las circunstancias individuales. Hay que considerar a la familia, sobre todo cuando se vaya a ver afectada por las consecuencias derivadas de esa decisión.

Hace poco leí la historia de un matrimonio que había superado los 40 años de unión. Ella decía que el secreto era tener 20 minutos buenos por aquí, otros 30 por allá, y que juntándolos salían 40 años maravillosos. Que la vida es dura, y que es importante aguantar las turbulencias (igual que las que decía antes que se encontraban las empresas), porque una vez superadas, fortalecen el amor. Decía que, por supuesto, había que disfrutar de los momentos buenos.

Que 6 de cada 10 uniones terminen en ruptura significa que algo estamos haciendo mal como sociedad. No sé si es que se fomenta mucho el individualismo, si hay mucho egoísmo, o si el problema está en que se ponen demasiadas expectativas en la otra persona, buscando la perfección. Pero la perfección no existe.

Lo normal es que en una relación haya desencuentros y enfados, pero el truco está en no tirarlo todo por la borda en esos momentos. En tener empatía y ponerse en la piel de tu pareja. Dejar de pensar en “yo” para pasar al “nosotros”. Y tener la humildad de reconocer que no podemos hacer todo bien y que tenemos que tener la voluntad de mejorar cada día.

Estoy seguro de que así bajaría el porcentaje de divorcios y no habría tanto sufrimiento como el de la historia de la que hablo en este post.

Sobre la canción, ¿te ha gustado? Si no la has oído, te invito a que lo hagas ahora, porque es preciosa.

Enjoy!!