Verás con cierta frecuencia debates públicos acerca de la conciliación y la necesidad de la corresponsabilidad del reparto de tareas en casa. Este asunto suele ser una fuente de conflictos en las familias, y especialmente, entre las parejas.
Lo más curioso es que este problema es fácilmente evitable con un poco de método, y siempre, generosidad (en mi opinión, una de las cosas más importante en cualquier relación).
El objetivo de la organización de la vida familiar es triple. Se trata de:
- Ahorrar dinero (o dicho de otro modo, optimizar el uso de nuestros ingresos económicos)
- Liberar tiempo (otra de nuestras grandes restricciones en la vida de hoy)
- Conseguir mejorar el confort diario (en términos marketinianos estaríamos hablando de “optimizar la experiencia de usuario”), con lo que reducimos tensiones y “malos rollos” en el ambiente, mejorando la convivencia
¿Cuál es el método?
Cuando ejercemos nuestro rol de clientes y hacemos alguna compra, del tipo que sea, esperamos que el proceso sea excelente. Hablo de calidad esperada del producto o servicio, trato, cumplimiento de la entrega,…
Y el proceso se acerca a la excelencia cuando la empresa vendedora está bien organizada y optimiza los recursos de los que dispone mediante unos procesos de trabajo bien definidos y ejecutados.
¿Qué ocurre cuando los procesos no están bien definidos o se ejecutan de manera incorrecta? Pues que, evidentemente, la empresa deja de ser competitiva, pierde clientes, y entra en pérdidas. Si no corrige el rumbo, es seguro que a largo plazo no podrá competir y tendrá que cerrar.
La organización en casa
En casa las cosas son, en principio, más sencillas, con lo que dedicando un poco de tiempo a planificar y a organizar, vas a tener mucho más disponible en el día a día, vas a optimizar tu dinero, y la vida va a ser más cómoda y agradable.
En mi método, el punto de partida lo marcan los menús. Cada mes dedico, como mucho, media hora a planificar el plan de comida para dos semanas, es decir, una semana hay un menú, a la siguiente otro, a la siguiente volvemos a repetir el de la primera semana, y así sucesivamente. Siempre tomo como referencia el menú escolar (más que nada, para evitar repetir en la cena algo que hayan podido comer los niños al mediodía en el colegio).
Como el menú del colegio varía de mes a mes, hay que hacer el mismo chequeo en casa, de manera que la base de partida sigue fija, y adapto el orden a los cambios que se hayan podido hacer en el colegio.
Algunas consideraciones
- En primavera-verano hay platos más ligeros y frescos, y en otoño-invierno vamos a cosas más contundentes (guisados, platos calientes de cuchara,…).
- Cuando hay actividades extra-escolares llegamos más tarde a casa. Eso significa que hay menos tiempo para deberes, juegos y duchas. Mis hijos son todavía pequeños y a pesar de que cada vez son más autónomos, hay que estar con ellos. Por lo tanto, como el tiempo disponible es menor, se cena algo que está preparado de antemano y que se calienta en el microondas. Se facilita la tarea de recoger “los restos del naufragio” y dejar la cocina ordenada y lista para los desayunos del día siguiente.
- Cuando cocino hago unos cuantos platos a la vez y en cantidades para varios días (hace poco descubrí que esta práctica tiene el nombre de “batch cooking”). Juego con los tuppers, el frigorífico y el congelador y libero tiempo de cocina para otras cosas. En este blog hay una categoría llamada “recetas”, donde comparto platos fáciles de hacer, sanos, ricos y, en general, baratos (porque comer bien tiene que estar al alcance de cualquier bolsillo) .
- A pesar de que los menús están planificados, tengo cierta flexibilidad para preguntar a los niños sobre lo que les apetece comer o cenar (les dejo jugar con el orden, sabiendo que lo que no coman un día lo tendrán para el siguiente).
- A veces surgen imprevistos. Por suerte, cerca de casa hay dos tiendas con platos ya hechos, ricos y a buen precio, y si lo necesito, no dudo ni un minuto en recurrir a ellas.
A partir de los menús, creo la lista de la compra, donde la comida tiene el peso principal. Juego con un margen de días (entre el miércoles y el viernes) para ir al súper (el día suele depender de la agenda laboral). Prefiero ir sin niños. Tardo mucho menos y no tengo que estar diciendo todo el tiempo que no cojan cosas tentadoras de las estanterías.
Conozco bien los supermercados de mi zona. Tener la lista hecha y saber dónde está la mejor relación calidad-precio en los productos hace que consiga ahorros mensuales del 20-30% en la factura final. Tengo la teoría de que el dinero está mejor en mi bolsillo que en el de las cadenas de distribución. Y por supuesto, también optimizo mi tiempo (voy a “tiro hecho”).
Lavadoras: los niños pequeños manchan mucha ropa. Lo normal es que haga tres coladas por semana (una cada dos días aproximadamente). Con ello me aseguro de que siempre haya un stock de ropa limpia y planchada disponible. Es fácil buscar un hueco para dejar la máquina funcionando mientras hago otras tareas.
Para otras labores (planchado, limpiezas varias…) recurro a la “externalización de servicios” (es decir, una persona me ayuda en casa con esas tareas).
En resumen, la casa es como una fábrica donde hay que optimizar costes (y así tener más dinero disponible para otras cosas) y liberar tiempo que dedico a:
- mis hijos
- mi trabajo
- y por supuesto, para mí.
Está comprobado que cuando las cosas en casa funcionan con cierto orden y armonía, la convivencia es mucho más fácil.
En una pareja, a nada que haya un poco de sentido común, generosidad y voluntad de hacer que el plan funcione, la vida es más agradable. Y eso me lleva a otra reflexión sobre la conciliación o los roles de cada miembro. ¿Te interesa? En ese caso, pincha aquí y sigue leyendo.
Para terminar, y ya que estamos hablando de dinero, qué mejor que culminar este post con una canción de la Steve Miller Band (“Take the money and run”).
Enjoy!!
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