En el último post decía que hoy iba a hablar sobre la educación de los hijos. Más concretamente, voy a escribir sobre cómo lo hago yo. Parto de la idea de que mi deber como padre es educar a mis pequeños para que en la edad adulta sean personas buenas y felices.
Ser una persona buena significa ir haciendo el bien por la vida. Significa ser amable, estar en disposición de ayudar a quien lo necesite. Significa ser leal, cumplir con la palabra dada y con los compromisos adquiridos.
Significa ser honrada e integra, pero no integrista (porque las personas integristas acaban cayendo en la intransigencia). Espero que de mayores sean personas generosas. Que no juzguen a las demás. Que sean agradecidas hacia la vida.
Evidentemente, todo empieza por el ejemplo que les doy con mi comportamiento. Recuerdo que cuando murió mi padre, una buena amiga de la familia nos dijo: “enhorabuena por el padre que habéis tenido”. ¡Ojalá que cuando llegue ese día alguien les diga lo mismo a mis hijos!
Y hacer que sean personas buenas pasa por trabajar su autoestima. Para querer a los demás (y hablo de cualquiera de las formas en las que se puede manifestar el amor a otra persona) hay que empezar por quererse a uno mismo.
Fuera complejos, miedos y limitaciones mentales. Fuera sentimientos de culpa. Tienen que aprender que el éxito y el fracaso son dos caras de la misma moneda, y que, salvo que sean personas muy paradas e inactivas (algo que no deseo, porque es como estar muerto en vida), van a vivir esas experiencias a menudo, y seguramente, más de lo segundo que de lo primero.
Espero que aprendan que un fracaso no es el final, sino un resultado que supone una oportunidad de aprendizaje y mejora (con su correspondiente coste). Y que un éxito no es más que eso, un éxito, que puede producir satisfacción en el momento de conseguirlo, pero que nada garantiza que se vaya a repetir en el futuro. Un éxito supone un hito, el final de una etapa, aventura o proceso, y por lo tanto, el inicio de otro. En definitiva, tienen que interiorizar la “cultura del esfuerzo” como forma de vida.
Espero que aprendan a pensar por sí mismos, que sean valientes para defender su postura, aún y cuando vayan “contracorriente”, y que su comportamiento sea coherente con su pensamiento.
Pero espero que también sepan ser flexibles. Aceptar que a veces (o muchas veces) nos equivocamos, y que no pasa nada por reconocerlo y rectificar, porque como dice el refrán, es algo que hacen las personas sabias.
Espero que se acepten tal y como son, y que sepan, asimismo, aceptar las circunstancias de cada momento de su vida. Aceptación no significa renuncia a mejorar esas circunstancias o progresar. De hecho, siempre he pensado que uno de los motores que hace que tengamos ilusión por vivir es el de tener retos, algo por lo que luchar.
Espero que siempre tengan “hambre” por aumentar su conocimiento, sea el que sea, “hambre” por mejorar día a día. Que nunca caigan en el “ya lo sé todo”. Que sean “makers”, es decir, hacedores, y no juzgadores y críticos. “No es lo mismo predicar que dar trigo”.
Que no se tomen nunca demasiado en serio a ellos mismos, que practiquen un sano buen humor. Que se rían algo (si es mucho, mejor) cada día, y que vean el futuro con optimismo y esperanza, sin ser prisioneros del sentimiento de preocupación, que es paralizante.
Y espero que sean personas independientes. Ahora dependen mucho de mí, y el “nido” familiar siempre estará dispuesto para acogerles, pero es mi deber prepararles para que vuelen por su cuenta lo antes posible (aunque nunca forzaré la salida, tiene que ser algo natural).
Tenemos un gran poder dentro de nosotros. Mi hijo mayor me recordó la semana pasada la frase de un superhéroe: “un gran poder implica una gran responsabilidad”.
¡Efectivamente! Tienen que aprender a utilizar ese poder de manera que cuando crezcan sepan manejarse en el mundo que les va a tocar vivir, que va a ser todavía más complejo que el actual, lo que supone más dificultades, pero a la vez, más oportunidades.
La crianza y educación de los hijos es un proceso continuo, en el que cometemos aciertos y errores. Debo decir que no me como mucho la cabeza con mis equivocaciones. De hecho, todo lo que he escrito anteriormente me lo aplico también a mí mismo, y puedo decir, cuando estamos a las puertas de la pre-adolescencia, que estoy satisfecho de cómo van progresando.
Hasta aquí, lo que corresponde a ser buena persona. En este otro post hablo sobre lo que supone ser feliz. En mi caso, lo vinculo mucho a ser capaz de ganarse la vida haciendo lo que me gusta. Pero antes de ese post está el del 24 de enero. Como es cuarto jueves de mes, toca receta de cocina.
Y para terminar este post, os dejo con una versión gamberra de la canción de Will Smith,“Two of us”, interpretada por Mike Myers (y doblada por el gran Florentino Fernández) en la segunda entrega de su personaje “Austin Powers”. Enjoy!!