Mañana, 8 de marzo, se celebra, como cada año, el día de la mujer. Hace tiempo que se le quitó el añadido de “trabajadora”, en mi opinión, con acierto. Porque ellas han igualado el papel de los hombres en el mundo del trabajo desde siempre.
Cuando estamos ante un edificio nos fijamos en lo que se ve, en lo bonito o feo que nos puede parecer, en el tamaño, … pero lo fundamental es que ese edificio está en pie porque tiene unos cimientos y una estructura que lo sostiene. No se ve, pero no hay construcción posible sin ellos.
El papel de la mujer ha sido algo parecido al de los cimientos y la estructura en los edificios desde siempre. Las granjas, los negocios artesanos o las pequeñas tiendas requerían el trabajo de la pareja para que fuera viable. O por ejemplo, a principios del siglo pasado, en muchas ocasiones un médico no abría consulta hasta que se casaba porque necesitaba a su esposa para dar citas, recibir a los pacientes, enviar las facturas,…
El mito de la mujer ociosa con todo el día libre para hacer lo que quisiera era eso, un mito, la excepción. Ya en la Biblia se habla de que eran ellas las que iban a buscar el agua (no se cita a un solo hombre). Ellas eran las hilanderas, …, es decir, había trabajos de hombres y trabajos de mujeres. Trabajos complementarios e imprescindibles para el progreso social.
¿Cuál de los dos era más importante? Ninguno. Es como el cuerpo humano, que alcanza su plenitud cuando todos sus órganos trabajan en equipo de manera coordinada y en armonía. No discutimos si el corazón es más importante que el cerebro, el hígado o los riñones. Si falta uno de ellos, no hay vida.
El problema es que en la separación de trabajos anterior la obtención de los ingresos económicos para sostener a la familia correspondía, casi en exclusiva, al hombre. Ellas se quedaban embarazadas, ellas daban a luz, y ellas tenían que amamantar a los hijos nacidos en la pareja, con lo que no era posible que al mismo tiempo pudieran estar desempeñando tareas fuera del hogar.
El hecho de que el trabajo de las mujeres fuera más de “puertas para adentro” (haciendo la función de cimientos y estructura del edificio) provocó muchas injusticias, tanto desde el punto de vista legal como social o económico. Como ejemplos, el que no tuvieran derecho al voto hasta hace poco más de un siglo, o esta anécdota de la que fui testigo.
Yo tendría unos cinco o seis años (1975-76) e iba de viaje con mi madre. Al subir al autobús, el conductor le preguntó a ella a ver si tenía el permiso del marido (de mi padre) para viajar. Mi madre le contestó que a ver quién se creía que era él para decirle semejante cosa. Por supuesto, entramos, pero recuerdo su enfado e indignación. Parece mentira, pero esas cosas pasaban hace no mucho.
Hoy, y aunque aún hay un largo camino por recorrer, las cosas han mejorado. Y más que van a hacerlo. Estamos en la sociedad de la información y del conocimiento, y una de sus características más importantes es que los trabajos son “unisex”, pero no por la presión feminista (o no solo por este motivo), sino porque ellas están tan capacitadas como ellos (nosotros) para desempeñarlos.
La enseñanza, como profesión, fue inventada poco antes del año 1800, con la fundación de la “École Normale” en París. En aquella época era una profesión de hombres. Florence Nightingale creó la profesión de enfermería durante la Guerra de Crimea (1853-56), que se consideró exclusivamente de mujeres. Hoy el número de profesoras es superior al de profesores, y en los países desarrollados, dos quintas partes (aproximadamente) de los estudiantes de enfermería son hombres.
Ellas son hoy mayoría en la universidad (aunque haya carreras, como las científicas, en las que el predominio sea masculino). Y lo importante es que en los próximos años el grupo dominante de la fuerza laboral de nuestras sociedades será el de las personas que se dedican a los trabajos del saber, del conocimiento, y ocuparán la misma posición que tenían los trabajadores sindicados de las fábricas de la segunda mitad del siglo XX.
Y estas personas, además, no se identifican como “trabajadores o trabajadoras”, sino como “profesionales”. El dinero sigue siendo muy importante, pero no es el criterio definitivo por el que se rigen. La mayoría de esas personas ven su empleo como su vida.
La conclusión es que la paridad ha venido para quedarse, y es, junto con los fenómenos de los movimientos migratorios, el envejecimiento poblacional y la concienciación ecológica (y la lucha contra el cambio climático) , uno de los fenómenos sociales relevantes que están configurando el mundo de hoy, tanto en los países avanzados como en los que están en desarrollo.
Lo increíble es que hay gente que todavía no se ha enterado.
Para terminar este post os dejo con este temazo de Tears for Fears, de título “Woman in chains“.
Enjoy!!