El ratoncito Pérez, el águila y los polluelos

Hace poco se le cayó un diente a mi hija pequeña. Ya no le quedan muchas piezas de leche. Todavía cree en el ratoncito Pérez. Me dijo que le gustaría que le trajera un billete de 5€.

Las últimas veces que el ratoncito ha venido a casa ha tenido un detalle con cada niño, independientemente de a quién se le hubiera caído el diente. A él (que también sigue creyendo) le dejó una moneda de 2€, a pesar de que quería un cochecito.

En casa, el ratoncito siempre acompaña el detalle con una nota. En ella felicita a los niños por lo bien que se portan, les anima a que sigan trabajando y estudiando mucho, y sobre todo, a que sueñen cosas y a que luchen por ellas.

El niño, que estaba un poco decepcionado porque había una moneda en lugar de un cochecito, leyó que manejar dinero era como jugar, y que era importante aprender a manejarlo, porque así podría hacer muchas cosas buenas con él y ayudar a mucha gente. Eso le animó más, y entonces vino la respuesta.

Los dos estaban tristes porque a mí no me había dejado nada. Les expliqué que mis dientes ya no eran de leche y que no le valían para nada (¡menos mal que no me preguntaron sobre lo que el ratoncito hacía con las piezas que se llevaba!). Así que, cada uno hizo una nota al ratoncito, pidiéndole que me dejara un billete de 50€.

A la noche siguiente, cada uno recibió una nueva nota debajo de su almohada, nota en la que el ratoncito decía que estaba muy orgulloso de conocer dos niños tan generosos, que les había hecho caso, y que por eso, me había traído el billete de 50 €.

Fuimos a mi cama y cuando vieron la nota con el dinero se quedaron con tal expresión de felicidad en la cara que, solamente por eso, ya me habían alegrado el día y no habría nada que pudiera estropearlo.

Y entonces caí en la cuenta de que esta etapa se está terminando. Van creciendo y dentro de poco se enterarán de la verdad (me maravilla que aún no lo sepan). Ya no habrá más ratoncito, ni Olentzero, ni Reyes Magos. Y me entró cierto sentimiento de melancolía.

Porque la edad de la inocencia llega a su fin. Es ley de vida. Tienen que seguir madurando y quemando las siguientes etapas. Dentro de poco entrarán en la pre-adolescencia, donde empezarán a tomar conciencia de lo que supone convertirse en una persona adulta.

Yo les suelo explicar que soy como un águila que está criando a sus polluelos, que son ellos, y que ahora les toca estar en el nido porque son muy pequeños. Y que, poco a poco, les tengo que preparar para que ganen autonomía y aprendan a volar por su cuenta y, así, algún día, abandonen el nido para crear el suyo propio (en este punto no puedo evitar compartir el mítico chiste del águila de Faemino y Cansado).

Ahora les asusta un poco esa idea, aunque yo les digo que estén tranquilos, que cada cosa llega a su tiempo, y que es seguro que llegará el momento en el que sean ellos quienes tomen la iniciativa para marcharse.

Pero hasta que ese día llegue, toca seguir disfrutando de esta época tan bonita. De la expresión de paz que tienen en la cara cuando duermen. O de la ilusión propia de quien sabe que por la noche va a venir el ratoncito Pérez, Olentzero o los Reyes Magos y les va a dejar un regalo a cada uno. Y del proceso de seguir preparándoles para que un día abandonen el nido y echen a volar por su cuenta.

Para cerrar este post, os dejo con este temazo del gran Billy Joel, titulado “Lullabye”, escrita para su hija de 7 años para responderle a la pregunta que le hacía sobre lo que pasaba cuando alguien moría. La canción es preciosa.

Enjoy!!