Hace poco, haciendo zapping, “aterricé” en un canal en el que emitían la película “Atraco a las 3”, de José María Forqué, del año 1962. En una de las escenas, uno de los personajes sale de casa de unos vecinos. Son los únicos de la escalera que tienen televisión, y por eso es el lugar de encuentro de la comunidad (o de parte de ella) cuando van a ver la película que se emite una vez por semana.
La escena sale en el minuto 18:34.
Han pasado 57 años desde entonces. La vida y la sociedad han cambiado mucho. Ahora es raro encontrar una casa sin televisión. Lo mínimo son tres pantallas (tele, ordenador-tableta y móvil). Y no vamos a hablar de la multiplicación exponencial que ha habido en la oferta de contenidos. Es materialmente imposible ver todo lo que se quiere.
Me he acordado de la escena de “Atraco a las 3” cuando he visto la noticia de que hay niños que acceden a contenido pornográfico a los 8 años.
El hecho se explica porque se juntan una serie de factores, pero en mi opinión, destacan dos: la facilidad de acceso a los contenidos y la ausencia (o disminución) del tiempo de dedicado a nuestros hijos.
Antes, ver la tele era algo que se hacía en familia. Y si a alguien no le apetecía ver lo que daban, se iba a leer o a escuchar música. Pero los niños estaban bajo control. Y desde luego, no había la oferta de contenido pornográfico (y la facilidad de acceder a él) que hay hoy.
Ahora las cosas son más complicadas. Llegamos a casa del trabajo, agotados, y si los niños se ponen pesados lo más fácil es darles la tablet o el móvil para que dejen de molestar. Y buscando por internet, pueden llegar a caer en sitios que no les corresponde.
Y si además le añadimos que el sexo, que debería ser un tema tratado con naturalidad, sigue siendo un asunto espinoso (o incluso tabú), consecuencia de siglos de represión religiosa, tenemos los ingredientes para la “tormenta perfecta”.
Todavía no se sabe las consecuencias que va a tener el acceso tan temprano a ese contenido. Con 8 años un niño que no conoce aún su cuerpo está viendo un tipo de relación muy sesgada y que tiene muy poco (o nada) que ver con lo que pasa en la realidad.
¿Qué se puede hacer? La respuesta no es sencilla, pero hay dos factores claves para corregir (o mejorar) este problema.
El primero, es evidente, el de pasar más tiempo con nuestros hijos. Mientras están con nosotros sabemos que no acceden a donde aún no les corresponde. Existen barreras para controlar el contenido de internet, pero barrera significa la posibilidad de saltarla.
Y el segundo factor, y aprovechando que cumplimos el primero y que pasamos, en consecuencia, más tiempo con nuestros hijos, es el de abordar, en algún momento (sobre todo si ellos preguntan), el asunto del sexo como lo que es, algo natural , que con el tiempo van a querer experimentar.
Abordarlo desde el respeto a la otra persona y desde la responsabilidad (para prevenir embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual). Explicar que puede haber sexo con amor y sin amor. Y que, desde luego, no es “pecado”. Creo (y como es una opinión, es debatible), que toda la represión que ha habido en este campo durante siglos ha podido generar un efecto rebote.
Nunca he pensado que cualquier tiempo pasado fuera mejor y que por eso haya que echar de menos la imagen idílica de la familia junta viendo la película semanal. Hemos progresado. Tenemos muchas más opciones de elección, y eso es bueno, porque supone ampliar nuestra libertad de acción. Pero el ejercicio de la libertad suele ir acompañado de la responsabilidad de asumir nuestros actos. Ejerzamos esa responsabilidad.
Como banda sonora para este post, qué mejor que este clásico de Ian Dury And The Blockheads, titulado “Sex & Drugs & Rock & Roll”.
Enjoy!!